lágrimas

Nada podía pararla cuando empezaba a llorar, pero ese día yo lo conseguí o eso me dió ella a entender. Todo el mundo discute, padres e hijos, empleados y jefes, profesores y alumnos... Pero no es tan intensa su reconciliación como cuando discutes con tu pareja. Admito que aquella vez ella tenía razón, y es una de las pocas veces que admito que yo tuviera la culpa de todo. Le hice daño y sus ládrimas no eran amargas de tristeza, si no saladas de rabia. Las cosas se fueron calmando poco a poco durante la tarde, pero a ella no le paraban de caer gotitas de los ojos...
- Estás preciosa - Dije.
- Estoy preciosa llorando?
- Estás preciosa siempre, aunque tengas los ojos rojos e hinchados y la cara húmeda de dolor. Aunque pensándolo mejor, me quedo con tu sonrisa.
Entonces sonrió. Y supe que la quería más que a nada.

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