la chica con trenzas de oro.

Ella era una chica normal y sus trenzas de oro tampoco eran nada del otro mundo, lo que en realidad deslumbraba era ella. Ella, llamémosla Claudia, tenía la sonrisa más preciosa de todo el barrio y tenía tanta vitalidad que hasta los más ancianos de las casas vecinas se levantaban de sus sillas y bailaban y jugaban con ella. 
Esa chica, como todas las demás creció y se convirtió en una mujercita encantadora de la que todos los chicos de clase estaban enamorados y ella no se daba cuenta. Claudia pasaba sus días ajetreada entre clases de violoncello y demás estudios ya que su madre le exigia mucho porque decía que con la belleza no se llegaba a ningún sitio, debia de tener inteligencia en su preciosa cabecita. Claudia la obedecia porque, qué más podía hacer? Pero los años fueron pasando y cada vez era más duro seguir el ritmo y Claudia se asfixiaba porque veía a todas sus amigas con pareja y libertad. Cuantos más años pasaban más pretendientes le salían.
Una noche harta de sus obligaciones Claudia decidió escaparse de casa a una fiesta donde estarían todos, incluidos sus incontables enamorados. Claudia bailó, bebió, fumó... Todo lo que jamás había hecho lo hizo en unos instantes. Le gustó tanto aquella vida que empezó escapándose más veces por la noche, pero también se saltaba clases de vez en cuando, abandonando por completo sus estudios y su dignidad regada por el suelo ya que se sentía deseada por todos los chicos.
Ahora Claudia debe de tener 30 años; aunque su aspecto sea de 50, se deja ver su lunar más oculto por 25€, y su pelo debe de estar tan seco y quebradizo como la paja. Sus labios están cortados y le tiembla algo el pulso.

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