mezclando.

Recorría, a veces suavemente y otras con pasión, las teclas del piano con un pincel. Las pintaba y repintaba, de muchos colores vivos. Su gató también se paseaba por las teclas dejando pequeñas huellas quitando la pintura y llevándose unas preciosas patitas multicolores. Su madre y su hermana la miraban extrañadas desde el marco de la puerta, pregúntandose que estaba haciendo y por qué todo este desastre. Ella seguía deslizando el pincel por las teclas, una y otra vez. El silencio lo rompió su hermana:
- ¿Qué demonios haces?
- No está mal mezclar un poquito de arte.

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